martes, 10 de abril de 2012

Edad Contemporánea.

Ya en el XIX, el proceso desamortizador, con el que se pretendía redistribuir la propiedad de la tierra, lejos de conseguirlo, produjo que las fincas enajenadas a la Iglesia y los Municipios cayeran en manos de una nueva burguesía agrícola que siguió el mismo modelo latifundista y absentista de la antigua nobleza. Un aspecto a tener en cuenta, y que influyó  en cierto modo en el desarrollo de este tipo de arquitectura, al menos durante este periodo, es el tipo de propiedad de la tierra, y sobre todo su forma de aprovechamiento. El arrendamiento de tierras, suponía la nula inversión en construcciones duraderas por parte de los arrendatarios. Según las descripciones de las subastas de estas desamortizaciones que se produjeron en su segunda mitad, conocemos algunas de sus tipologías arquitectónicas, ya que se alude a las “casas pajizas o de chamiza” como propias de los colonos, labradores y jornaleros[1]. En Sierra Morena, propietarios burgueses accedieron a grandes extensiones de dehesas y montes, lo cual favoreció la contratación de braceros o “materos” que los roturasen, viviendo de forma diseminada en chozas. La ociosa vida de la decadente aristocracia decimonónica, contrasta fuertemente con las pésimas condiciones de vida de las clases más humildes, según las gráficas imágenes[2] de final de este siglo. Este campesinado harto de esta situación de precariedad, inició en las primeras décadas del siglo XX, un cierto movimiento de reclamación de sus reivindicaciones, que fueron acalladas y perseguidas por los nuevos propietarios y sus defensores, manteniéndose así, inamovible el problema del sistema de la propiedad en Andalucía desde la Edad Media hasta nuestros días.


Moratalla (Hornachuelos), en 1887.
Cortesía de la Fundación Cajasur.

Otro aspecto que determinó la proliferación de este tipo de hábitat, al menos en la propia ciudad de Córdoba, y en concreto en la década de los cuarenta del siglo XX, fue el problema de la vivienda de las numerosas familias que llegaron a la capital en busca de trabajo. En esos duros años de la potsguerra, se crearon de forma anárquica auténticos barrios de chozas en zonas próximas al Río Guadalquivir y en el “Campo de la Verdad”, “Zumbacón” y “Naranjo  reconduciéndose años mas tarde, a lo que actualmente conocemos como Barriada de Fray Albino[3] y otras. Algunas imágenes ilustran el aspecto de estas “tapichozas”, que más bien se podrían considerar “chabolas”, por incorporar ya  materiales de desecho.


Chozas en el Campo de la Verdad.
Foto de Ladis, en (ROMÁN, 1999).

Hacia la misma época[4], otras familias optaron por desplazarse a La Sierra, especialmente muchas gentes humildes de Almodóvar, Posadas, Hornachuelos y Villaviciosa. Fue una alternativa de vida primitiva, habitando en chozos, pero al fin y al cabo libre, sobre todo por que, la alternativa eran los duros trabajos de jornal al sol de la Campiña, con hambruna, bajos salarios, largos meses de paro. Así, los propietarios de fincas en La Sierra cedían montes y laderas para que los rancheros las roturaran, obteniendo terrenos de sembradura y carbón.


[1] Véase el capítulo Marco Agrario. Historia y Paisaje, (RECIO, 2006), dentro de OLMEDO GRANADOS, Fernando (2006). Cortijos, haciendas y lagares. Arquitectura de las grandes explotaciones agrarias en Andalucía. Provincia de Córdoba (2 tomos). Consejería de Obras Públicas y Transportes, Junta de Andalucía.
[2] GONZÁLEZ PÉREZ, Antonio J. (2007). La Mezquita de plata. Un siglo de fotógrafos y fotografías de Córdoba, 1840 – 1939. Fundación provincial de artes plásticas Rafael Botí. Diputación de Córdoba. 469 pp.
[3] ROMÁN MORALES, Francisco (1999). El libro de oro de Córdoba. Ed. Diario Córdoba. 272 pp. (Ref. pag. 237 a 240. El urbanismo de postguerra).
[4] NARANJO, Luís; MORAL, Manuel; CARRASCO, Miguel y CARRASCO, Agustín (2006). Claves naturales y sociales de la Guerrilla Antifranquista en Sierra Morena. Recorrido histórico-natural por el valle medio del Guadiato.  Biblioteca Ensayo 11. Ed. Diputación Provincial de Córdoba y Ayto. de Villaviciosa. Córdoba. 212 pp.

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